14 febrero, 2012

DENI PRIETO STOCK “Maria Luisa ”

DENI PRIETO STOCK.

PERTENECÍA A LAS FUERZAS DE LIBERACIÓN NACIONAL; CAYÓ EN ASALTO AL CUARTEL DE NEPANTLA. DENÍ, UNA VÍCTIMA MAS DE LA REPRESIÓN CONTRA LAS GUERRILLAS DE LOS SETENTA.

BLANCHE PETRICH. La Joranda, México D.F. Sábado 5 de enero de 2002.

De niña, Dení Prieto Stock jugaba montando obras de teatro de Tenesee Williams. Tenía un perro boxer, El Chato, que literalmente se comió al Quijote de la Mancha. A los 12 años leía a Tolstoi. A los 14 coincidía con su padre, el dramaturgo Carlos Prieto, en calificar a los intelectuales de la izquierda europea ?Altusser, Foucault, Lacan? de “inteligentes pero confundidos”.
Los adolescentes de su generación se movían al ritmo de los Doors, Janis Joplin, Aretha Franklin. Ella prefería las canciones de protesta.



A los 19 años, el 11 de septiembre de 1973, salió a las calles, a la protesta masiva al pie del Ángel de la Independencia, empujada por los estallidos del bombardeo ordenado por un tal Pinochet contra la casa presidencial en Santiago de Chile.
Ahí encontró, desolado también, a su tío Luis Prieto.
”Y de ahí nos fuimos caminando juntos. Me habló de Salvador Allende, de su muerte, de lo que pensaba. Veía cerradas todas las puertas de lucha pacífica. Me preocupó lo que decía. Le pregunté si pensaba irse a la guerrilla. Lo negó. Pero por lo que decía, no sé, dejaba abierta esa puerta. Tres veces le dije: ‘no lo hagas, vas al sacrificio’”, cuenta Luis Prieto.
Poco tiempo después asombró a sus padres con la decisión de entrar como socorrista a la Cruz Roja para estudiar enfermería. A finales de octubre ya militaba en las Fuerzas de Liberación Nacional, recluida en la casa de seguridad de la organización en Nepantla.
Eran siete los militantes asignados a ese pequeño cuartel rebelde, entre ellos dos muchachas, Dení y Elisa Benavides, que apenas tenía 17 años. Sus tareas consistían en cuidar la casa, el sembradío de alfalfa y el corral con pollos y conejos. Según se planeaba, servirían para alimentar a los comandos que incursionaban ya en las futuras zonas de implantación guerrillera en Chiapas.
Durante esos meses Dení (que quiere decir flor en otomí) contrajo matrimonio, según las leyes revolucionarias de la propia organización, con Sergio Morales.
A finales de enero, quizá ya febrero, las dos jóvenes demandaron entrenamiento militar. Tuvieron algunas clases teóricas, vieron algo de balística y han de haber tenido dos o tres prácticas de tiro al blanco.
El 14 de febrero el Ejército asaltó la casa de seguridad. Dení fue de las primeras en caer, quizá muerta instantáneamente, pocos metros delante de Elisa. Elisa y Sergio fueron los únicos sobrevivientes. Los apresaron.


UNA FAMILIA ROTA
Esa muerte destrozó a toda una familia.
Sus padres, Carlos Prieto y Evelyn Stock, quedaron profundamente deprimidos con la muerte de su hija. El Ejército Mexicano nunca entregó los cuerpos de los caídos a sus familiares; nunca les informó de su paradero. Durante algunos meses más, recuerda el tío, unos “policías-bandidos” chantajearon a la familia y le sacaron dinero con la creencia de que estaría viva, detenida en algún lugar.
Durante muchos años a su hermana Ayari le atormentó la idea de que antes de morir Dení hubiera sido torturada. O que los restos que su tío recuperó de una fosa común siete años después realmente fueran de ella.
Entre los pedazos de memoria que Elisa Benavides ha ido armando para dejar constancia de esa historia, figura este testimonio del ataque en Nepantla, que dirigió el ahora general defenestrado Arturo Acosta Chaparro:
“Dení iba justo delante de mí cuando comenzamos a caminar afuera de la casa. Cuando nos dispararon nos tiramos al suelo, apenas habíamos avanzado unos cinco metros, quizás, y creo que allí la mataron. No dijo nada, tal vez no sintió nada. Le toqué los pies y traté que me viera para explicarle ‘a señas’ que me siguiera. No respondió. Entonces nuevas ráfagas y una explosión me obligaron a separarme de ellos y me fui hacia donde estaban Sergio y mi compañero, que venía detrás de mí. Ellos quisieron regresar por ella pero no lo hicieron, el fuego nos fue empujando a todos fuera de esa área. Después, a mí no me mostraron los cuerpos. Fue a Sergio y no sé a quién más a los que llevaron a reconocerlos. No quiso nunca darme detalles. Se los pedí, pero me contestaba ‘mejor no’. Los policías me mostraron fotos de los cadáveres, de todos, una y otra vez. Sólo recuerdo que tenían un tiro de gracia, sin ninguna duda, en el caso de Manolo; en el de Dení no podría asegurarlo. Tenía una expresión apacible”.
El tío Luis recuerda que en 1981 se recibió, en casa de los Prieto Stock, un oficio de la Dirección de Panteones que avisaba que el cuerpo de “una adulta desconocida” iba a ser extraído de una fosa común y desechado. Acudió solo al cementerio. Un viejo panteonero lo ayudó a trasladar los huesos de la “adulta desconocida”, un esqueleto pequeño, como pequeña era Dení, con un orificio en el cráneo. El viejo le comentó a Prieto, lo recuerda: “¿Será que vino del hospital militar, o tal vez del Campo Militar número uno?”
Luis Prieto es compilador, junto con otros dos autores, del libro Un México a través de los Prieto. La obra está dedicada, desde luego, a Dení. Relata la participación de una familia, como muchas, donde hay un ala librepensadora, de izquierda. Cómo Ayari recuerda a Carlos Prieto, el padre: “admirador de todo lo que fuera nuevo, liberador y rebelde”. Y otra ala, “mocha y reaccionaria”, como dice Luis Prieto, con un abuelo, Jorge Prieto Laurens, dirigente de una de las facciones perdedoras de la revolución, que con el paso de los años organizó la Asociación Anticomunista de las Américas. Ayari va más allá. Recuerda al abuelo como fundador de los Halcones.

CARTA DE DESPEDIDA
“Mom & Dad & Ayari:
Saben por qué me voy, así es que no llenaré hojas tratando de explicárselos. Sé que ustedes están de acuerdo conmigo y, aunque al principio reaccionen como “familia preocupada”, finalmente se darán cuenta de que sólo hago lo que harían ustedes en mi lugar. Ustedes saben que no es una decisión repentina, sino de muchos años.
Tampoco crean que tomo esto como una aventura novelesca. Estoy consciente de su gravedad y sé también que una vez adentro no hay paso atrás. No sé cómo describir lo que siento al irme. Es entre felicidad, ganas locas y un poco de pena por dejarlos a ustedes.
Me he puesto a pensar en la mucha suerte que tengo por ser hija de gentes como ustedes, en quienes puedo confiar y que sé que comparten lo que siento. Además en cuanto a modus vivendi no es ningún sacrificio, sino al contrario. Dejo un modo de vida que, si no me repugna, por lo menos me fastidia. Y aburre. (Sé que a ustedes ídem.)
Pase lo que pase, nuestro objetivo final vale mucho más que los sacrificios que pueda costar. Les quiero más que nunca y les escribiré tan seguido como pueda.
Dení “ Octubre, 1973.

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Nació el 8 de septiembre de 1955 en la Ciudad de México. Era hija de Evelyn Stock y del dramaturgo y periodista Carlos Prieto Argüelles. Su abuelo, Jorge Prieto Laurens, participó en la revolución mexicana de 1910, fundó el Partido Cooperatista (1921) y promovió la formación de la Asociación Anticomunista de las Américas.

Dení tuvo una formación intelectual rica y precoz y desde muy joven comenzó a participar en las brigadas comunitarias de la organización Política Popular, principalmente en zonas rurales de Tlaxcala y el Estado de México. Estudió el bachillerato en el Colegio Madrid y en 1973 estuvo a punto de ser encarcelada debido al proselitismo político que realizó entre campesinos a los que impartía clases en Tenango del Valle, Edomex. El mismo año fue reclutada para las EYOL por Julieta Glockner y al poco tiempo, motivada por el golpe de estado en Chile, se convirtió en un cuadro profesional de las FLN. La primera y única casa de seguridad en la que estuvo fue la de Nepantla, Edomex, a la que arribó el 26 de octubre de 1973. A los pocos días de su llegada a la “Casa Grande”, contrajo matrimonio revolucionario con Raúl Sergio Morales Villarreal.



La noche del ataque militar a la llamada “casa grande”, el 14 de febrero de 1974, Dení perdió sus lentes con la explosión de una granada y tuvo muchas dificultades para moverse, por lo que fue una de las primeras en caer. Su cadáver fue sepultado clandestinamente en el Panteón Dolores. Pese a diversas gestiones, su familia no pudo recuperar sus restos en ese momento, sino hasta siete años después. De todos los guerrilleros caídos en la historia de las FLN “María Luisa”, de 19 años, fue la más joven, lo que le ha merecido un reconocimiento especial por parte del EZLN. 

Dení es la única militante de las FLN de las que el EZLN ha expresado que celebra su cumpleaños. “Comunicado del EZLN, 8 de septiembre de 1998”, en: www.ezln.org/documentos/1998/19980908.es.html

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¿Actualización de la guerra sucia?

• Javier Hernández Alpízar
En la lucha entre fuerzas que intentan construir una sociedad más justa y las que se dedican a destruir esas posibilidades de cambio, las ventajas de inicio son para la contra, pues opera desde el gobierno, con recursos legales y sobre todo ilegales (con impunidad) contra fuerzas siempre más pequeñas, que quieren llegar a invertir algún día la “correlación de fuerzas”.

El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), hoy calumniado por los mercaderes de la noticias, como la agencia EFE, el diario Milenio y repetidores, tiene una historia previa al 1 de enero de 1994. Una de sus raíces es un grupo armado revolucionario fundado en 1969 en Monterrey, donde hoy hay un museo en memoria de sus mujeres y hombres caídos, ejecutados extrajudicialmente y desaparecidos, la Casa del Dr. Margil. Ese grupo armado se llamó Fuerzas de Liberación Nacional (FLN).

Desde entonces, en medio de la euforia de focos guerrilleros como los Lacandones, el Movimiento Armado Revolucionario (MAR) y la Liga Comunista 23 de Septiembre, entre muchos otros, las FLN tenían una característica que ha heredado el actual EZLN: Tener su propio ritmo, sus tiempos, apostarle al crecimiento, al largo plazo, a la seriedad del trabajo cotidiano, al silencio como una de las formas de ser comprometido con su objetivo de cambiar el país.

En medio del accionar de focos guerrilleros que asaltaban bancos y secuestraban a personas del mundo empresarial y político, las FLN decidieron no recurrir ni a los asaltos ni a los secuestros, vivir de las cuotas de sus integrantes y tener proyectos pequeños como la crianza de pollos.

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 NARRACIONES LIBERTARIAS
Alberto Híjar Serrano

Ante las recomendaciones librescas vinculadas con las grandes editoriales y los reconocimientos de los aplaudidos prestigiosos a sus aplaudidores, todo en el territorio hostil de la República de las letras así sea en sus fronteras con la vida, hay que enumerar las publicaciones recientes de la historia en construcción desde abajo y a la izquierda.

Antonio García de León ha hecho una historia de Veracruz en la que incluye como buen jaranero el saber de las danzas y las décimas cantadas. Dos voluminosos tomos dan cuenta de esta antropología totalizante como excelencia investigativa al encuentro del discurso necesario para la nación.
Jorge Fuentes Morúa deja una obra ejemplar donde destaca la historia intelectual de José Revueltas como saber estético-político, las reflexiones sobre las autonomías y las autogestiones comunitarias, el problema de la vivienda para actualizar a Engels, la narración de la lucha armada en México centrada en las novelas de Carlos Montemayor que dió a conocer en su última ponencia en el Coloquio José María Arguedas en Huancayo, Perú. Dicen que preguntaba sobre los cinco intentos de suicidio del peruano egregio y en el mismo mes de diciembre en que Arguedas al fin logró quitarse la vida, el querido Fuentes Morúa procedió igual en carne propia.

Adela Cedillo presentó como tesis de maestría la historia que va desde la masacre en Nepantla y Ocosingo de los primeros de las Fuerzas de Liberación Nacional. Es ésta la continuación de la formación de las FLN hasta el descubrimiento enemigo de la casa de seguridad en Monterrey en 1974 de donde siguió el ataque militar a la casa de Nepantla para buscar en Ocosingo y acorralar y matar a ocho fundadores que organizaban un primer campamento en la selva. De esta investigación, Arte, Música y Video tomó fotografías y videos expuestos por vez primera por Adela en la casa de Nepantla. AMV documentó esta parte de la historia para el documental y el libro Autonomía zapatista, el video La insurrección de la memoria y la publicación de entrevistas usadas parcialmente en el largometraje.

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 REPRESION 74


Alberto Hijár

Con diferencia de horas, en febrero de 1974, una ola represiva tocó Monterrey, Nepantla en el Estado de México, el Distrito Federal, el Rancho El Chilar cercano a Ocosingo, Mérida y Campeche, para llegar hasta Cataluña en España.

Jamás sabremos como la recién integrada Brigada Blanca dio con una casa de seguridad de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional en Monterrey. Los dos secuestrados y torturados en ese lugar fueron convencidos de acompañar a grupos especiales y al ejército hasta la llamada por la organización la Casa Grande donde en el brutal asalto fueron masacrados cinco militantes, mientras dos sobrevivientes observaban la identificación de los caídos rematados ahí mismo. De Monterrey llegaron amarrados y golpeados los integrantes de una red de apoyo para desaparecer en una cárcel clandestina en la Circular Morelia donde el único secuestrado en el Distrito Federal corrió la misma suerte, las mismas torturas, el mismo encapuchamiento y la permanencia con las manos amarradas por detrás, de todo el grupo que durante no menos de ocho días fue sometido a brutales interrogatorios. La información secuestrada en Nepantla condujo hasta el Rancho El Chilar donde fue asesinado el dirigente de las FALN con al menos tres militantes. Salvo las denuncias esporádicas, la más reciente a raíz del intento de castigar a Miguel Nazar Haro finalmente invicto, un video testimonial del compañero Javier y las notas de prensa y protestas de comunidades muy diversas en la segunda quincena de febrero de 1974, todo había permanecido sin documentación ni crónica hasta que el domingo 12 de febrero de 2006, el colectivo Nacidos en la Tormenta organizó una exposición en la casa de Nepantla que permanece tal cual, con las huellas de los disparos con armas de alto calibre.

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